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El arte de compartir un piso


Hay algo que sólo unos cuantos estudiantes (cada vez son más) padecen, aquellos que por casualidades de la vida deben dejar el seno familiar y con ello todas sus dichas, comodidades y ventajas; pobre de aquel que decida lanzarse a la aventura con la idea de que todo será miel sobre hojuelas pues el golpe contra la pared le resultará aún más doloroso, y es así; me parece que todo aquel que se decida, por tal o cual motivo, a dar un paso tan importante como este debe ser consiente desde el inicio de lo que le espera, o al menos tener una idea vaga.


La cosa es sencilla: ¿piensas compartir casa, habitación, piso, puente, banquita del parque? Pues prepárate para poner a prueba tu paciencia, tu tolerancia y hasta aquellas habilidades que considerabas nulas en ti pero que deberás sacar a flote sea como sea. Así de simple.

Olvídate del martirio que fue para ti el hecho de encontrar el lugar perfecto (el cual por cierto dejará de parecerlo conforme pase el tiempo), lo cierto es que la batalla por sobrevivir apenas comienza: el primer obstáculo a vencer será quién se queda con cuál cuarto, y aunque suene algo trivial verás que siempre habrá uno de entre toda la vivienda que más de alguno codiciará, eso sin contar los arreglos para decidir si el pago de la renta será equitativo o dependerá del tamaño de la habitación de cada uno. Solucionado eso, la lista apenas empieza:


  • Organizar las tareas del hogar entre sus habitantes: ¿quién se encargará de barrer, de trapear, de sacar la basura, de lavar el baño, de sacudir...? Ah, claro, para muchos ese tipo de cosas jamás nos habían preocupado pero ahora parece que salen obligaciones y quehaceres hasta de debajo de las piedras.


  • Definir si las compras se harán individuales o se compartirá todo: y aquí ni siquiera yo soy capaz de decidirme completamente por una opción, y es que, de cualquier modo, habrá gastos que serán compartidos forzosamente como la luz, el agua, el gas, pero además de ello, el jabón para los trastes, el limpiador de pisos, el papel higiénico, el detergente... pero ¿y la comida? En sí puedo asegurar que siempre será más barato dividir todo, pero llega el punto en el que te das cuenta que tal o cual persona tiene una capacidad titánica de arrasar con las provisiones cual "pelón de hospicio" (como diría mi madre), por lo que empezarás a pensar si gastar tanto en despensa para que apenas y llegues a comer una pequeña parte es de verdad lo mejor para tu economía.


  • No sé cocinar, no sé lavar ropa, ¡no sé hacer nada! Pero adivina qué, sepas o no hacer esas y otras cosas tan necesarias para alguien que vive "relativamente solo", tendrás que aprender. Parte de las ventajas de independizarse es esto, darse cuenta de lo capaces que somos de aprender y llevar a cabo un sinfín de tareas de las cuales no teníamos ni la menor idea.


  • Compartir, esa palabra que a muchos en nuestra infancia nos causaba conflicto con nuestros hermanos se hace presente ahora como una norma de convivencia básica. Puede que al inicio no nos parezca tan dramático el hecho de compartir nuestra comida, las chucherías que compramos una tarde de fin de semana, etc. El problema se presenta cuando descubrimos que se hace imposible seguir compartiendo todo y darnos cuenta que nuestras provisiones en el refri o la alacena empiezan a escasear como por arte de magia: es momento de poner límites entonces.


Todo esto y más lo he descubierto por medio de la experiencia: más de tres años de ir de casa en casa y, por consiguiente, conociendo nuevos ambientes, personas, y con ello diversas formas de pensar y de actuar. En esta ocasión, además, me topé con distintas costumbres, comidas y usanzas propias de los españoles al vivir en un piso junto con una pareja de andaluces bastante "guay". La vida con ellos es bastante divertida y, en su debido tiempo, tranquila; aprendemos unos de los otros, nos reímos de nuestras ocurrencias e inclusive de nuestra forma de hablar el español, discutimos acerca de lo que está bien o mal y los porqués, en fin, me he dado cuenta de que hay experiencias buenas y malas, sin embargo, lo enriquecedor está en el aprendizaje que nos brinda pasar por situaciones así.

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