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En busca de la habitación perfecta


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Al empezar a buscar una habitación para vivir aquí en Granada me sentí de nuevo como en mi primer semestre en Ciudad Guzmán: parándome en la calle frente a cualquier anuncio que viera, arrancando notitas con números de teléfono de cualquiera que tuviera libre un cuarto, buscando en Internet en todos los sitios para pescar una de esas "ofertas inesperadas", en fin, toda una cacería.


Para ser honesta, mi interés por encontrar un sitio apropiado y que contara con las tres "b" (bueno, bonito y barato) duró apenas dos días, a lo mucho visité sólo tres pisos y, al final, más por flojera de seguir buscando que por otra cosa, me conformé con un bonito pero solitario piso; bueno, exagero en lo de solitario, pero la verdad es que así lo siento puesto que sólo hay una belga (mexicanos, absténganse de dejar volar su imaginación) que no es capaz de hablar español sino que se comunica conmigo en inglés, menudo caso de roomie...


Las semanas, por lo tanto, han transcurrido sin novedades en mi hogar temporal, sin embargo, aún conservo con gracia el recuerdo del primer piso que visité: encuentro en uno de mis tantos "paseos de cacería" un coqueto papelito pegado a un poste en el que más o menos se ofrecía una habitación a muy buen precio (150 módicos euros) además de un gran ambiente; cuál no sería mi sorpresa al descubrir que los encargados de generar dicho ambiente "guay" eran un animado hippie (con rastas y todo) y un alemán ausente. Obviamente, la vida de "paz y amor, hermanos de la tierra" no es exactamente lo mío, así que, con todo y el tener que rechazar una atenta invitación a beber chelas y fumar mota, me despedí del amigo Marley granadino en busca del piso perfecto y que, pese a que me encuentro instalada por al menos este mes, sigo buscando...

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