Tras hora y media de camino en coche desde mi casa hasta el aeropuerto y después de atravesar el caos vial de Guadalajara, por fin tomé el vuelo que me llevaría hasta el mismísimo paraíso maya, tres tortuosas (exagero un poco) horas en lo que parecía el transporte familiar por excelencia, gracias a la increíble cantidad de niños a bordo, sumadas a la hora adicional de espera por el autobús que me llevaría al centro de la ciudad. Milagrosamente logré hallar el hostal que vi por Internet y que, efectivamente, era todo lo que esperaba y más, sin embargo, la cuadra y media que separaba la central de autobuses de mi alojamiento me pareció eterna: entre que las rueditas de mi maleta parecían desarmarse en cualquier instante, la llovizna que al parecer llevaba todo el día cubriendo la zona de los tan odiados charcos, las banquetas con sinfín de hoyos e irregularidades y mi pobre brazo sin sensibilidad por los más de 20 kilos que llevaba arrastrando, empero, lo que más resentí fue el calor infernal que había a pesar de estar nublado.
El tiempo aquí en Cancún es, literalmente, sofocante; y es gracioso porque me recuerda al primer día que estuve con Pepe en Mérida: la ola de calor que nos golpeó nada más bajar del autobús, la sed insaciable, el cansancio de caminar bajo los fuertes rayos del sol, la sensación constante de asfixia... Pese a lo horrible que pueda parecer, estoy disfrutando de ello, de los últimos días que me quedan de calor; trato de caminar por la ciudad lo más posible, de pasar el mayor tiempo en la terraza tumbada en una hamaca o simplemente recostada en los sillones del hostal tomando un té helado, mi cuerpo de latina acostumbrado al clima cálido pasará los próximos cinco meses en un mundo totalmente desconocido y contrario a lo que está habituado, me asusta y me emociona al mismo tiempo pues cumpliré uno de tantos sueños de mi niñez: jugar en la nieve.
Por lo pronto, mi último día en el destino de México que todos los extranjeros anhelan conocer lo pasaré descansando y cargando energías para lo que me espera; tengo muchos nervios, dudas y miedos, pero confío en que me irá bien y que, por mucho, espero que esta experiencia supere a la que tuve un año atrás en Yucatán aunque, la verdad, lo veo difícil.